viernes, 13 de julio de 2012

LA CRISIS CRONIFICA EL RETRASO DE LA EMANCIPACIÓN DE LOS JÓVENES



 
Los más jóvenes están viviendo en carne propia la recomendación de que en tiempos de tribulación, no hacer mudanzas. Sin duda, para la inmensa mayoría no es momento propicio para abandonar el nido. "Se consolida una tendencia ya clásica: la tardía emancipación de los jóvenes españoles. La diferencia es que lo que en época de bonanza se podía entender como una actitud cómoda, ahora viene impuesto. La actual situación económica les ha privado de esa posibilidad de elección", aseguró ayer Almudena Moreno, coordinadora y una de los tres autores de La transición de los jóvenes a la vida adulta.

Durante la presentación de esta investigación perteneciente a la colección de Estudio Sociales de la Fundació La Caixa, Moreno explicó que desde 1999 había un ligero aumento de los emancipados de entre 16 y 34 años, pero que la tendencia se para en el 2008, cuando ya se nota el embate de la crisis económica. Si en el 2005 el 40,7% de los jóvenes de la franja de edad citada se había emancipado, dos años después había subido al 44,8%. En cambio, en el 2011 el porcentaje de los que abandonaron el hogar de los progenitores se quedó en el 44,1%. En cuanto a los menores de 30 años, el 55% vive aún con los padres, frente al 24% de los finlandeses, por ejemplo.

Según el estudio, los jóvenes en España no sólo se diferencian de los de países del norte de Europa en la edad de dejar el hogar familiar -29 años de media frente a los 23 en Finlandia-, sino en las formas de vida adulta, adoptadas a la hora de emanciparse. Así, en el norte de Europa, es mucho más frecuente irse a vivir solo y, cuando conviven con la pareja, un porcentaje importante lo hace sin estar casados. En Suecia, el 81,5% de los jóvenes de 30 años sin hijos vive con su pareja de hecho, frente al 27,4% de los españoles. El estudio revela, en cambio, que las expectativas sobre cuándo comenzar a trabajar, tener pareja o hijos son muy similares entre la juventud española y la del resto de Europa.

Los autores del informe abogan por vincular el consolidado retraso en la decisión de abandonar el hogar de los progenitores con distintos factores socioculturales. "Tres factores -señala la socióloga Almudena Moreno- mantienen la pauta. Por un lado, hay una tendencia cultural a permanecer en casa. A lo que se unen las familias, que si en los países del norte ayudan a sus hijos para que se independicen, aquí les han insistido en 'No te vayas hasta que tengas un trabajo estable, no te vayas sin que des la entrada para comprar un piso...'. Y finalmente el Estado, muy interesado en que siga el modelo porque, si la familia protege, no es necesario dedicar dinero público".

En contra de la idea más extendida, estos expertos defienden que en los análisis sobre la emancipación no se debe soslayar que, durante la época de expansión económica, los jóvenes ya padecían las consecuencias de un mercado laboral muy precario. En el informe, insisten en que los jóvenes españoles "llevan décadas sufriendo una degradación de sus expectativas laborales y prolongando en el tiempo su emancipación. La pauta de adaptación es clara: esperar más allá de los 30 años para independizarse, para tener descendencia, para estabilizarse en un mercado de trabajo competitivo y precario".

Por comunidades autónomas, la tasa de jóvenes (de 18 a 34 años) emancipados supera o roza el 50% en Baleares, La Rioja, Comunidad Valenciana y Navarra. Les sigue Catalunya con un 48,4%. Los expertos creen que las diferencias territoriales tienen que ver en parte con la presencia de población juvenil extranjera, más propensa a independizarse antes.

Las dificultades del mercado de trabajo, resaltó Moreno, influyen en que incluso parte de los que tienen empleo sigan sin abandonar el nido familiar. De los ocupados, el 18,7% de entre 30 y 34 años y el 43,9% de entre 25 a 29 años viven con sus padres.

Antonio López, autor también del estudio de la Fundació La Caixa, alerta de que esta precariedad de las últimas décadas (elevada tasa de temporalidad en el empleo, reducidos salarios y mayor nivel de desempleo que el resto de la población activa) puede poner en peligro la legitimidad de las instituciones. "Las trayectorias vitales de los jóvenes son inviables; y eso afecta a la democracia", avisa. El riesgo de desafección está vinculado además a la "invisibilidad institucional" del colectivo y la falta de apoyo con políticas públicas específicas.

Los investigadores reconocen que no pueden valorar en la actualidad el impacto de la persistente crisis, aunque no esconden su preocupación y hablan de una "situación potencialmente explosiva". Hasta el momento, las redes de solidaridad de las familias han funcionado, pero ¿es posible mantener esas redes?, se pregunta Moreno. "No sé si con cinco millones de parados las familias van a poder seguir ayudando a sus hijos jóvenes. Y si dejan de ser su colchón, ¿qué pasará con ellos?", plantea.

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